(Fragmento, Editorial UAEM/IMC, 1989)
IV
Es el mar
que regresa después de huir mil veces.
Son los días y su paso de langosta
que devora el silencio.
Es el mar y los días:
son las horas de paso redoblado
y las noches fugaces
con sus lunas que crecen y decrecen.
Es el sol cotidiano y sus fulgores;
el cielo de la noche,
donde asoman sus ojos centenarios
muchas estrellas frías.
Soy yo
con una caja resonante
donde guardo preguntas.
V
Es de tarde, la sombra se extiende:
los altos edificios, jaulas de oro,
se levantan al paso: el autobús
sortea un chirrido de frenos y el obstáculo.
Apenas veo. Vamos de pie, y cada uno a solas
en esa multitud.
El camionero hace malabarismos,
cobra el pasaje, pide: ¡Pasen al fondo!
¿Al fondo de qué?
de sus diez horas de trabajo,
mientras bajan y suben las hormigas.
Allá, en las jaulas de oro, los burócratas
del turno vespertino
van tras el humo de sus cigarrillos
fuera de las ventanas.
Ha pasado la hora del café, y del último chiste
subido de color.
Los pálidos del ocio
también miran
caer la tarde, mientras todos
nos preguntamos: ¿por qué y para qué?
VI
Era la ira su forma de ser muerte
y la vida con ella
loco juego de sangre:
el trato humano choque de sombras
estruendo de materias divididas
La muda ostentación de los instintos,
el acechar,
y el comprar y vender,
vender,
venderse,
acción de cada día.
Era la muerte su escudo y su lanza,
la sombra su color,
y la terrosa ilusión de ser hombres
su condición.
VII
La filiación de Dios
no se reconocía:
Ay como en ese tráfico de aceros,
inmisericordes
en el roce con sus semejantes
ensamblados
como ruedas dentadas de una máquina
enloquecida.
Las ruedas duermen sobre sus órbitas:
silban sin sueños mientras giran
los días y las noches dentro del tórax
sin alterar el ritmo de la sangre
sin despertar a uno solo
corazón amante.
Referencia:
http://www.excentricaonline.com/libros/escritores_more.php?id=6216_0_8_0_M
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