Este blog surge de un grupo de mujeres lectoras, que reuniéndonos en el círculo de lectura que hemos llamado "Las mujeres por nosotras mismas", decidimos compartir reflexiones, textos, experiencias e iniciativas en torno a las mujeres que leemos textos de mujeres escritoras.
domingo, 4 de mayo de 2014
Judith Castañeda Suarí
Nacida en el Distrito Federal, cursó estudios de profesional técnico en química industrial en el Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica (CONALEP) y actualmente trabaja en la biblioteca de Profética, Casa de la Lectura.
Asistió a talleres de cuento a cargo del escritor Alejandro Meneses, de Beatriz Meyer y José Prats Sariol. Ha publicado en suplementos de culturales de circulación local, en la revista Crítica, de la Universidad Autónoma de Puebla, en la revista Nexos, así como en el suplemento La revista, del periódico El nuevo día, de Puerto Rico.
Es autora de los libros: La distancia hasta el espejo, Dios de arena y Aire negro y ha participado en las antologías La muerte es un sueño, Puebla directo, y El muchacho que trotó hasta fundirse con el horizonte de la Patagonia y otros cuentos (ebook coeditado en México y Chile). Participó también en la exposición / catálogo Volcanes, explosiones de poblanidad. Vive en la ciudad de Puebla desde hace veinte años.
Aquí una probadita de su talento...
Desobediencia
Un día, al fin, se atrevieron a entrar en territorio vedado por la voluntad del creador. Descubrieron varios pares de alas asomándose entre barrotes de oscuridad. Era cierto entonces: existió un cielo anterior y el nuevo, donde moraban, había sido alzado por los expulsados de los abismos.
Narciso
Terminó por amarlo aunque lo vio sólo unos segundos, más allá del cristal, mientras alisaba sus cabellos. Cuando su mirada castaña estaba a punto de alejarse no pudo soportarlo y lo tomó de la mano. Permanecerían juntos siempre. Desde entonces él está a su lado, frente a aquel edificio, sin desviar los ojos de la ventana.
De sangre azul
Voy a limpiarlo en cuanto acabe de pintar el cuarto, dijo después que los vecinos señalaron el camino de huellas azules a medio patio, la brocha todavía goteando pintura. Por la noche, más de tres Pegasos nacieron de esas huellas y abriendo unas alas ultramar, se perdieron en el índigo del cielo.
Rebelión
“Ni creas que voy a permitirlo, sé lo que ocurrió con la otra y no quiero sufrir un destino igual”, se quejó, aferrándose a su sitio. Él no tuvo más remedio que desistir. Y entonces, luego de muchísimos años, Dios expulsó al hombre del Paraíso, otorgándole la muerte a un Adán solitario, sin hijos.
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